Testigo (escrito por Patricio Zaina)
¿Dónde está?
¡Por allí! Mira… ¡El dedo!
Rodaba como si latiese aún vida en él, manos completas hurgaban ávidas las esquinas y debajo de los muebles. El anular parecía disfrutar de la cacería.
La puerta se abrió de golpe. Una figura enorme y cuadrada emitió un gruñido de jabalí:
Tienen que encontrarlo ¡Es el único que me puede acusar!.
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