<"DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> Sin Imprenta: Manuscrito encontrado en la arena debido a que Baucis H. Milla tiene agujereados los bolsillos

2/11/2005

Manuscrito encontrado en la arena debido a que Baucis H. Milla tiene agujereados los bolsillos

Escrito por Baucis H Milla

No creo que el clima sea razón suficiente para cambiarnos de ropa al llegar aquí. Bien por lo que toca ─Ovidio tenía razón cuando dijo que las mujeres frecuentan ciertos lugares para ver y ser vistas─, pero nunca me siento a gusto en ropa ligera, sin bolsillos llenos de pertenencias que no ayudarían a identificarme si me encontraran hinchado y verde, bocabajo en esta playa sin gente hasta media mañana.
Me acompañan a todas partes y las reemplazo conforme se me pierden. Está bien y no importa. La Woolf pensó que podrían ser piedras de río; Oliveira, alambres de colores y piolines... Lo que vale es el detalle, me conformo mientras pueda echar en los bolsillos tabaco y encendedor robados, sueltos para la cerveza, el trozo de vidrio del último cenicero que quedaba en tu casa, Edipa, e hice añicos de un silletazo, porque te habías ido a dormir y, para mí, esa irrupción fue mi mejor idea para llamar tu atención, dado que nunca me hubiera atrevido a dar dos o tres golpes en tu puerta.
Había una razón ¿ves?, ¿o acaso creíste que mi mundo tolera que quede una cosa sin explicar? Sólo que tampoco doy con la explicación, y el trocito de mierda ha agujereado todos los bolsillos. La gente sentimental es cruel, pero también se abusan de ella y es traicionada varias veces. No voy a ponerme melodramático; pero busco la manera de decirte que me alegra que el trozo de vidrio sea una de las poquísimas cosas que no pierdo.
Pienso que el primer encuentro marca todos los demás. Del nuestro recuerdo que la extroversión y la perspicacia que me faltaban para comprenderte, fue compensada por la curiosidad inteligente con la que me toleraste. Digamos que te creo cuando dices que estabas sobria mientras yo hurgaba entre tus cosas. Entonces mataste en mí el morbo de robarte porque me dijiste que podía llevarme la novela de 800 páginas que habías leído en tres días. Robarte ya no tenía sentido, fue como si hubiese estado en tu vida desde siempre y apenas acabara de encontrarle el gusto a tus burlas que me dejan tan bien parado, entre otras cosas porque tienen razón.
Tengo sed Edipa. Dos monedas se resbalaron hace diez minutos y en la arena hay todo menos monedas, malditos bolsillos. Sostengo las que quedan en la mano de la pluma. La coordinación que se me exige supera mis capacidades, así que mejor guardo esta libreta, la pluma y voy a comprar otra botella.
No puedo cuidarme de ti, menos de tu curiosidad. No me interesa tampoco; sin esos pasos que me llevas de ventaja, no podría haber sobrevivido a la intranquilidad que me saca del sueño, ni a todo lo que no puedo contestar. Mi bien ganada fama de bebedor no me sirve de mucho contigo, pero quiero comprometerte al whisky en vasos largos y con hielo. Como ya sabes que soy perverso, no hace falta que te diga que guardo todas mis esperanzas por lo que pueda ocurrir después de la segunda mitad de la botella. Lo más probable es que pierda el sentido o la memoria en media conversación, pero bien podríamos olvidar todo por el placer y a las seis de la mañana guardarnos en el bolsillo un trocito de vidrio del último cenicero, antes de salir.

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