<"DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> Sin Imprenta: Objetos inútiles. Oficio de vagos (por Don Baucis)

5/20/2005

Objetos inútiles. Oficio de vagos (por Don Baucis)

Don Baucis me ha mandado un texto, pero me ha prohibido subirlo hasta que este terminado. Como tenemos una relación con tintes de frustración sexual, he decidido subir la primera parte de su texto , que me gusto mucho, el resto del texto (esto es la introcudcción) habla sobre La metamorfosis de Kafka, para cumplir a medias lo que me pidió no lo publico, pero si alguien me pide que le mande todo el texto, lo entendería completamente, y estaría dispuesto a desobedecer en toda la extensión su pedido.
Saludos de la gerencia.
Objetos inútiles. Oficio de vagos
Escrito por Don Baucis H Milla
(Fragmento)
Soy un mal lector. No dejo de leer cada vez que tengo tiempo, ni duermo tranquilo sino leo antes, pero soy en suma perezoso, inconstante y desperdicio más horas de las quisiera. Me sirve de consuelo que mi relación con los libros sea, a fuerza de costumbre, de cariño. Tal vez se trate de cariño algo fetichista, una fijación vana sobre objetos; pero como ciertos libros se
han vuelto carne, pienso que equivale a lo que pueden sentir algunas personas respecto de la camiseta que usan como pijama, el jarro de café, o la hamaca que tienen colgada en el sitio justo.

Cuando me dijiste que al leer no podías evitar sentirte reflejada en la trama de los libros que lees, y que por eso mantienes los libros a prudencial distancia, pensé que nunca podría encontrarte un libro que no sea, al menos en parte, trágico. En realidad, hubiera tenido que sacrificar la mitad de la historia de la literatura; pero adiviné, antes que me lo dijeras, que te gusta leer. Claro que los que creemos que la vida es un libro, adivinamos muchas cosas que no llegan a ser ciertas o les damos un sentido, bello a veces y distorsionado siempre. El caso es que me recordaste a una estudiante que pasó por mi casa (aún vivía con mis padres) que,
otra casualidad, naci ó y vivía en Wimbledon, again foggy England… Predecible como soy, orienté la conversación hacia las películas y los libros. En ese tiempo, estaba de moda Patch Adams, rosa película que en su punto más dramático muestra al protagonista en el cementerio. Su novia había muerto y él, a manera de despedida, lee un poema. Yo había reconocido el poema y le dije a mi amiga (he olvidado su nombre): “Es un soneto de Pablo Neruda”. El soneto es lindo: No te amo como si fueras rosa de sal, topacio/o flecha de claveles que propagan el fuego/te amo como se aman ciertas cosas oscuras/ secretamente, entre la sombra y el alma […]; pero me sorprendió que, al mencionar el soneto, yo había hecho un comentario casual de alguna manera, y mi amiga, cuando lo leyó completo el libro que le había alcanzado, escondió la cara y comentó algo con la voz cortada. Patetismo aparte, la envidié; nunca nada ha sido tan fuerte como para impresionarme así.

Algo parecido pasó cuando te conté de memoria ese cuento de Raymond Carver, Why don’t you dance? Te hablaba, con entusiasmo pueril, de las cosas que llenan de pájaros mi cabeza, y tu reacción fue una vuelta de tuerca, otra cara de la historia que para pasé por alto. Después, la Crónica de una muerte anunciada, las cartas de Ángela Vicario a Bayardo San Román, la
imposibilidad de avisarle a Santiago Nasar que lo van a matar, la tragedia. Tocaste un botón. Aunque no diría que lo tuyo fue entusiasmo decidido frente a la trama y el argumento de la novela, sino estupor frente a la tragedia, algo me decía que habías vivido esa hora y media de tensión, desde que Nasar se despierta hasta el fatal desenlace, como si en algún punto de la lectura te hubiera sido posible detener la cadena de infames coincidencias. Otra elucubración, por la expresión que tenías cuando nos contabas de ese accidente de bus en la carretera al Oriente, me dejó saber que habías leído atrapada por un sentimiento no demasiado distinto al que debiste experimentar cuando veías lo que no querías ver a través de la ventana del bus. No sé de otra manera más honesta de leer.

Irónicamente, como creo te conté, Crónica de una muerte anunciada está basada en un hecho real: el asesinato de Cayetano Gentile a manos de dos hermanos que querían reivindicar el honor perdido de una mujer. La novela no sólo fue escrita decenas de veces hasta que depuró su técnica, sino que García Márquez tuvo que esperar veinte años para poder escribirla, primero porque, como en la novela, su mamá y la de la víctima eran comadres y no quiso exhumar un mal recuerdo, segundo porque no sabía cómo convertir a Cayetano en personaje de novela, hasta que un día, cuando García Márquez esperaba la salida de su vuelo en un
aeropuerto de Argel, vio aparecer por la puerta de la sala de primera clase a un príncipe árabe. Vestía una túnica impecable, llevaba un halcón en el puño y era, sin que se lo haya propuesto el príncipe, el Santiago Nasar de la novela.
escrito por Don Baucis H Milla (Fragmento) para texto
completo mail de la gerencia: sinimprenta@gmail.com


|